OLIMPÍADAS DEL MACANEO
En estos días, donde algunos hacen alardes de conquistas deportivas, bien puede observarse que nuestros mayores logros transitan lejos de la experiencia atlética. Sólo es dable caracterizarnos como “mundiales” u “olímpicos”, a la hora de reconocernos como una sociedad paralítica y enferma. Acaso un ejemplo bastará para ilustrarnos. “Clarín”, supuestamente el monstruo opositor del gobierno, coincide con su proyecto contracultural, cuando con fecha 1 de julio del corriente año exhibe en la sección “Sociedad” el siguiente título: “Ya son jefas de hogar más de 4 millones de mujeres en el país”.
La nota canta con vítores un nuevo triunfo democrático y celebra la victoria social del derrumbe del hogar tradicional. “Son [las jefas] las que hacen que la casa salga adelante y representan a un tercio del total de hogares de la Argentina. La mayoría tiene entre 45 y 59 años y siete de cada diez están sin pareja. La cifra creció 49% respecto al Censo de 2001”. El mismo artículo informa con entusiasmo: “Hay 25 mil familias formadas por parejas gay”. “El matrimonio igualitario está vigente en once países. La Argentina es el primero y único de Latinoamérica”. ¡Vaya crecimiento!
El otro polo “opositor” no se queda atrás. Si en Argentina hay maestros a la hora de proponer “provechosos” cambios, ese es el diario de los Mitre. Si no léase la noticia que trae con alborozo el pasado 27 de julio, con el título: “Llegó al país el anticonceptivo subcutáneo”. ¡Esta sí que es olímpica! Por si fuera poco, en la sección “Canchallena”, del mismo 27 de julio, Luciana Aymar, la jugadora de hockey, llevando la dialéctica feminista hasta el absurdo, sentencia: “No quiero generar una pelea de géneros, pero llevar la bandera es posicionar a la mujer más arriba”. Le sugerimos a Aimar la lectura de algunos pasajes de Otero Espassadin, en su obra “El deporte griego”. Allí, refiriéndose a los juegos olímpicos, se afirma que: “El deporte era una ocupación de guerreros, de aristócratas o, cuando menos, de hombres libres, y este carácter lo conservo en todo tiempo en Grecia”. Históricamente, nada se dice respecto de la perspectiva del género. Sí, en cambio, se aclara que la perdurabilidad del espíritu olímpico “sólo se explica teniendo en cuenta el significado religioso de los certámenes…” Algo completamente olvidado hoy por los sofistas y demagogos que se ocupan del deporte.
He aquí una penosa seguidilla de testimonios del Nuevo Orden Mundial. Porque estos artículos, que a modo de ejemplo hemos mencionado, se explican en un único contexto: la obsesión por el cambio y la revolución permanente, fenómenos propios del mundialismo. A toda luz, ésta es nuestra enfermedad: nos hemos constituido en verdaderos “héroes olímpicos” de la degeneración. Signo fatal de una sociedad que perece. En este contexto, entonces, no es extraño que el argentino promedio se haya convertido en “atleta de la novedad”. Cuanto cambio y reestructuración se practique, allí, está para suscribirlo ciegamente.
Este tipo de prácticas repulsivas encuentran además un caldo de cultivo en los países democráticos. Como dice Stan Popescu, en su “Autopsia de la Democracia”: “En nombre de la democracia y la libertad, los padres de familia han de sentirse responsables y han de asumir la responsabilidad de su deber de elegir entre los anticonceptivos y el aborto… ¡En nombre de las libertades de la democracia!” Reflexiónese sobre los artículos mencionados. Los éxitos que se presentan como tales son el fruto de la democracia elevada al tope, de las mayorias contra el sentido común. ¿A quién se le ocurriría celebrar el paso del bipedalismo al cuadrupedante? Sólo podría celebrarlo quien privilegia el número sobre la verdad,aunque tal criterio suponga privilegiar la muerte de un nasciturus por sobre la gracia de la vida. Así puede entenderse la dinámica común de las noticias mencionadas en los pasados días: negar a Dios, priorizar la muerte y terminar con la estructura tradicional de la familia.
El reconocimiento social de estas absurdas categorías lleva implícito el ideal de la contranatura, siendo el periodismo el agente eficaz en la difusión de dicha trucidación. Bien, lo ha sostenido Calderón Bouchet, en su obra “La luz que viene del Norte”, cuando afirma: “Los periodistas de todo el mundo colaboran en la tarea de mantener en pleno auge estas especies de parques nacionales de la subversión mundial y aparecen en con sus máquinas fotográficas para prestigiar el grupo guerrillero, bombardeado o muerto de hambre que ingresará el aperitivo semanal del hombre satisfecho”.
Frente a esta anarquía, el católico está llamado a anunciar con fuerza la verdad evangélica. Dios quiera que resucitemos un genuino espíritu olímpico, guardando la esperanza de constituirnos en verdaderos héroes del combate santo.
Octavio Guzzi
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