sábado, 15 de enero de 2011

Te lo juro yo

¿PERJURO YO?
           
             
Que Dios y la Patria os lo demanden…
       
          
¡Cuántas veces hemos oído repetir estas palabras! Cuántas demandas en el Cielo. En la tierra, pocas. Ya no hay quién demande; porque no hay Nación. Felizmente en la fórmula de juramento, se han cambiado los términos: yo no se está en deuda con la Patria, lo cual, sí, sería durísimo. El concepto de nación es hoy tan antojadizo, que cambia según quién lo esgrima. No se sabe ya si lo constituyen las Instituciones, los partidos políticos, los tres Poderes o alguno de ellos, la deslucida y maltratada Constitución, los gremios, los piquteros, los desempleados, la clase media alta, la baja, la media, o las cacerolas. De este modo, el juramento se diluye, porque ¿a quién va a ir uno a dar explicaciones? Por lo menos acá abajo, pues arriba, la cosa se les va a poner bastante fea a los perjuros.
        
La sociedad argentina mira, asombrada, la placidez con que estos señores que ponen su mano sobre la Biblia, ni siquiera se dignan esbozar un tímido “mea culpa” ante la desventura, la soledad, la impotencia, en que han dejado a su Patria, sin hablar de la miseria, la inseguridad, la marginalidad, que claman al Cielo pidiendo castigo para los culpables.
        
Pero si estos juramentados han dejado postrado materialmente al país, cuánto más lo han hecho moralmente. Lo primero se recuperará después de muchos sacrificios y dolores, pero la moral necesitará varias generaciones para recomponerse, ya que la semilla de la corrupción y la perversión están enquistadas en una clase política de gran y nefasta influencia, que arrasa con los valores éticos que llevaron a nuestros próceres a respetar sus juramentos hasta las últimas consecuencias.
       
Esta es la era del palabrerío inútil, en la que el Himno Nacional se entona con fines políticos y con tal desgano que produce vergüenza ajena por la degradación del Símbolo Patrio, en que la “marchita” se canta descamisadamente para atraer a la “gilada” y hasta con cacerolas se bajó a un presidente inoperante. Esta es la era en la que las cárceles de los poderosos son meras vacaciones de conciliábulos oscuros. En esta era digo: que Dios se los demande.
        
La Nación no existe y la Patria llora escondida en las tumbas de Malvinas.
         
María Delicia Rearte de Giachino
        

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Argentinos! Como dijo Leopoldo Lugones, nuevamente ha llegado la hora de la Espada.

Pehuen Cura.