viernes, 24 de diciembre de 2010

Opinión

TRADICIONES, TRAICIONES
Y PEQUEÑECES
                         
                           
“…Deja que la melosa lengua lama la pompa absurda y el gozne de
la servil rodilla se doble allí donde el lucro pueda seguir a la lisonja” 
 William Shakespeare. “Hamlet”.
     
                              

Don José Ortega y Gasset, en “Meditación de Europa” decía, con respecto al silencio que rodeó al esclarecimiento de los hechos históricos “en los últimos veinte años”, en que “al faltar ésta (la función esclarecedora) resulta que a las angustias, dolores, derrumbamientos, penalidades de toda clase, se han añadido, para aumentar el sufrimiento de los europeos (1949), la falta absoluta de claridad sobre eso que sufrían. El dolor quedó y queda multiplicado por la tinieblas en que se produce”.
        
Aquellos cuya meta consiste, sin desviaciones mi concesiones, en apoderarse del dominio material del mundo comprenden con absoluta claridad que no existe proyecto de poder sin proyecto cultural. Para implantarlo imponen varias misiones, la primera de ellas, precisamente el ocultamiento de las causas reales del sufrimiento, a lo sumo mencionando síntomas —desinformación— siguiendo con la distracción, aportando noticias irrelevantes en general sobre personajes secundarios, y repitiéndolas hasta la saturación. En todo caso quedando siempre en lo superficial, y así, llegando a la meta de la apatía ciudadana y la fragmentación social, para lograr el ideal de Samuel Hamilton, miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos: “El funcionamiento de un sistema democrático requiere por lo general medidas de apatía y no compromiso por parte de algunos individuos o grupos”.
        
Así, es difícil suponer que exista una cantidad significativa de personas dentro de una población que tenga un claro concepto de la situación que deriva de la intrusión extranjera con la colaboración de agentes nativos, tal como lo subraya el Prof. Federico Daus en “El Subdesarrollo Latinoamericano”. En su obra define los caracteres esenciales del subdesarrollo en el aspecto estructural en:
A) la situación de desarticulación en el aparato económico, que consiste en la existencia de dos sectores sociales y varios sectores regionales entre los cuales se reparte muy desigualmente la vida del país;
B) la inconexión de dichos sectores en el plano social y en el ámbito regional, de tal manera que aunque uno de ellos se halle en estado de florecimiento, su crecimiento no se transmite a la totalidad del país;
C) la situación de sometimiento y dependencia de la economía general a poderes —políticos y más generalmente financieros— del exterior, a través del sector local de economía dinámica, y la organización de tal dependencia, en el sentido de transmitir su crecimiento al país poseedor de los resortes de manejo, decisión y aprovechamiento de la producción local. Podríamos resumir esta situación como Deuda Externa (DE). De esta estructura derivan caracteres funcionales, más evidentes: la miseria, el desempleo o subempleo, el deterioro de la infraestructura sanitaria y cultural, etc.
                      
Así llegamos al tema de la Deuda Externa (DE), que afecta como bomba de succión todas las  riquezas y esfuerzos de un país. En artículo anterior se hizo referencia a lo relatado por Don Julio Irazusta en “Influencia Económica Británica en el Río de la Plata”, en relación con las intenciones de Guillermo III hacia las Indias Españolas. Bien, durante su reinado fue fundado el Banco de Inglaterra, siendo su primer presidente Charles Montague, primer Marqués Halifax. Según Hilare Belloc (“Historia de Inglaterra), “Un grupo de hombres de negocios que tenían como agente al político Montague, propusieron seguir el método iniciado mucho tiempo atrás por los holandeses para las finanzas del Estado, e hipotecar, para ventaja propia, los poderes del gobierno”… “Este grupo de ricos propuso al gobierno un préstamo de 1.200.000 libras, cuyas condiciones, incluyendo gajes y condiciones, llegaban a un interés de entre el 8 y 9%”. “Este fue el origen de lo que se llamó deuda nacional, pues su característica especial no consistía meramente en un préstamo en dinero al gobierno, una transacción tan vieja como la historia, sino que contenía la novedosa proposición de que los intereses estarían estrictamente garantizados sobre la base de los impuestos nacionales, y de inmediato se creó una institución privilegiada, un Banco Central, que tendría a su cargo la administración del préstamo y de los intereses, y el derecho de emitir notas de crédito con la garantía del gobierno…” “En los hechos esto era otorgar al Banco de Inglaterra (cuyo estatuto tiene fecha 27 de julio de 1694) el derecho de crear dinero. No podía acuñar en oro y plata, pero podía imprimir en un trozo de papel… y el portador sabía que no habría incumplimiento mientras existiera un gobierno responsable de los estatutos del banco, y ese gobierno podía obligar al pueblo a pagar impuestos”. Lo interesante de esta revolución fue que “robusteció poderosamente el ya considerable apoyo que prestaban al gobierno de Guillermo los grandes prestamista de la City. Una restauración jacobita no tendría obligación de hacer honor a los bonos del gobierno usurpador, y en esta forma, no solamente quienes habían efectuado el préstamo, sino todos quienes poseían papeles del Banco de Inglaterra estaban interesados en mantener a Guillermo sobre su trono de imitación”. El hecho es que “…el primer adelanto había sido de algo más de un millón. A los 4 años, la deuda nacional era de 20 millones, y a los 20 años, ya sobrepasaba los 50 millones. Se convirtió en una institución permanente”. Aparentemente el grupo denunciado por S.S. Pío XI en su encíclica “Quadragessimo Anno”, de 1931, como Imperialismo Internacional del Dinero, no vacila en estafar y desplumar a propios y ajenos, con fina imparcialidad.
                                         
En “Política Británica en el Río de la Plata”, refiriéndose al empréstito inglés de 1824, autorizado por la ley del 19/8/1822, dice Raúl Scalabrini Ortíz, “que los fondos obtenidos de él se aplicarán a: 1o) A la construcción del puerto del que hablaba la ley de 1821...; 2o) Al establecimiento de pueblos en la frontera y 3 ciudades sobre la costa, entre la Capital y el pueblo de Patagonia…; 3o)A dar aguas corrientes a la capital.” Continúa diciendo que “ en la discusión a que dio lugar en la legislatura la ley del 28/11/1822,…, de un lado están los hombres honrados, que presienten más que saben que la ley es nociva para la salud nacional… Del otro lado está los dialécticos diestros en la mentira, en la afirmación inconsistente, pero rotunda, que están seguros de contar con la aprobación  de la mayoría parlamentaria. Son los tribunos venales que Inglaterra selecciona con minuciosa dedicación”. Menciona entre éstos (y entre varios), al “ministro de Hacienda, Dr. Manuel José García, el más incondicional servidor que ha tenido Inglaterra entre nosotros, el “perfecto caballero británico“, según la descripción de Lord Ponsomby”.
                         
En definitiva, de la suma que supuestamente debíamos recibir, sólo recibimos una parte, y no en oro metálico, como se había convenido —tan sólo una pequeña proporción— y no se realizó ninguna de las obras propuestas. “El gobierno de Buenos Aires debió percibir 700.000 libras en oro contante y sonante, o sea $f (pesos fuertes)3.500.000”. “Se terminaron de pagar íntegramente en 1901 y exigieron al país, según el cálculo del presidente del Crédito Público, D. Pedro Agote, un desembolso de $f 23.734.766”. El cónsul Woodbine Parish dice en “Los Estados del Río de la Plata. (1852)”: “Jamás presentaron los asuntos financieros de la República un aspecto más honorífico y halagüeño”, de donde concluye: “Era éste, pues, un país próspero que se hipotecaba voluntariamente, traicionado por la dialéctica algo más que sospechosa de sus dirigentes”.
                             
Este mismo sistema, por los visto, se constituyo en tradición. Scalabrini lo definió con presición: “El único resultado visible y comprobable del empréstito fue el de detener el desarrollo de los pueblos, que es posiblemente el objetivo primordial de la diplomacia inglesa: detener el progreso de los pueblos, por lo menos mientras ese progreso no esté bajo el control británico y sirve a su grandeza imperial”-
                                   
Tradición que encuentra su complemento en sus agentes locales. Nuestra actual DE no responde a otros objetivos. En efecto, podemos leer en “Todo lo que Ud. Quiso saber sobre la DE y siempre se lo ocultaron”, de Alejandro Olmos, en el capítulo correspondiente a “la deuda del Estado y sus Empresas”, como, por Resolución 170/80, el entonces ministro Martínez de Hoz estableció un régimen que regularizaba la toma de fondos de créditos externos por parte de las Empresas Públicas. La norma le confería al Secretario de Coordinación y Programación Económica (Guillermo Walter Klein, ex ejecutivo de Bunge y apoderado de 22 bancos acreedores extranjeros) la facultad de elaborar trimestralmente los márgenes de endeudamiento que podían dejarse para las Empresas Públicas. De allí que el uso del crédito no respondiera A  NECESIDADES REALES DE LAS EMPRESAS, SINO A UN “CRONOGRAMA” QUE PROYECTABA EL SECRETARIO DE COORDINACION ECONOMICA y luego comunicaba al Banco Central y a la empresa digitada“. De tal manera las empresas, “actuaban de meros prestanombres, con la responsabilidad propia de las Empresas del Estado y con el lógico aval del mismo Estado a través del Tesoro Nacional.” Y así, sólo como ejemplo, “YPF fue forzada a un falso estado de insolvencia. Con la innegable finalidad de crear las condiciones de desmantelamiento y liquidación”.
                              
Recordemos el párrafo de Belloc referente a que “una restauración jacobita no tendría la obligación de hacer honor a los bonos del gobierno usurpador”. Paralelamente, un gobierno constitucional tendría derecho (u obligación) de revisar lo actuado por uno de facto. De hecho, una declaración de la mesa directiva del Comité Nacional del radicalismo alfonsinsta, refiriéndose a los “contratos petroleros firmados por impulso de Martínez de Hoz y renegociados por el Proceso” (Clarín, 24/3/83)… “manifiesta que todos los actos vinculados con esos contratos, que atentan contra los interese de YPF, serán revisados por el futuro Congreso de la Nación”. “Dicho compromiso de la UCR previo a las elecciones fue luego totalmente dejado de lado por el radicalismo, ya que no sólo no se enviaron los contratos al Congreso, sino que el gobierno avaló las renegociaciones efectuadas por el Proceso al mejorar los precios y algunas condiciones económicas y financieras” (Jorge Scalabrini Ortíz. “10 años de política petrolera”). Conviene aclarar que más arriba en su obra dice el autor que “El radicalismo… no titubeó en aplicar el 73% de impuestos, rigiendo en la actualidad una estructura de precios donde los impuestos a las naftas súper y común alcanzan el 67,2 y el 65,6 respectivamente, valores aún extremadamente altos, dejando a YPF un monto por valor tanque que representa menos de la mitad del precio de una simple gaseosa”.
                          
Con toda coherencia, la “Comisión Investigadora de ilícitos económicos”, referida a la gestión económica del gobierno militar, aprobada por el Senado el 23/2/84, fue disuelta: “votaron a favor de dicha clausura los miembros radicales de la misma: los senadores Berhongaray, Trilla y Kenneth Woodley. Dichos investigadores se proscribieron a sí mismos. Sin el menor reparo y sin la menor vergüenza votaron para que no se investigaran los ilícitos económicos del Proceso y, menos aún, la cuestión de la DE”. “Dichos investigadores se proscribieron a sí mismos. Sin el menos reparo y sin la menor vergüenza votaron para que no se investigaran los ilícitos económicos del Proceso, y, menos aún, la cuestión de la DE”,… “la bancada radical sostuvo, entonces, que la investigación —especialmente de la DE— resulta incompatible con la estrategia económica del gobierno de Alfonsín (Olmos -ob.cit). Antes bien, el “2/7/85, “Clarín” publicó con el título de “El Estado Asumió el Total de la DE Privada”. Especificando que “Las nuevas disposiciones fueron difundidas anoche por las comunicaciones “A695“, “A696” y “A697” del Banco Central, y en principio tienden a satisfacer un constante reclamo de la banca acreedora”.
                             
Durante el próximo eslabón de la cadena, el menemismo, dice Olmos que ingresó a iniciativa del Dip Alfredo Bravo (nobleza obliga), el 27/9/94; un proyecto a la Cámara para crear una Comisión bilateral para el seguimiento de la DE de la República Argentina. El Dip. Oscar Lombardo, quien presidía dicha Comisión, hizo llegar al Sr. Olmos un mensaje: (como era de esperarse), “que el bloque de la mayoría (justicialista) había decidido que el proyecto no se trate”.
                              
Siguiendo la tradición, durante ese período se concertó con el FMI, con la intervención de la Secretaría de Estado de los EEUU, el Plan Brady, “por el que se reemplazaron los cuestionables e incobrables títulos de la Deuda Pública Externa de la República Argentina, por títulos del Tesoro Norteamericano. Es decir, se operó una novación de la deuda (Julio C. González - “Los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas”)”. Aclara el autor que “al 8/7/89, “los títulos de la DE, que totalizaba 62.000 millones de dólares, se cotizaban en el mercado secundario o mercado interbancario al 14 % de su  valor nominal. Por lo tanto, con 8.600 millones se hubiese repatriado o recuperado el total de la DE”.. Precisa el Dr. González el motivo por el cual dichos títulos se cotizaban a un valor tan bajo: “1o) El total de la deuda era litigiosa. El fraude que constituía su causa fuente se halla perfectamente acreditado por los peritos contadores oficiales designados en la Causa 14.467, “Alejandro Olmos, s/denuncia”; 2o) Los títulos que instrumentaban la pretendida deuda físicamente no existían. Eran anotaciones o referencias contables emanadas de bancos presuntamente acreedores, muchos de los cuales habían desaparecido o se habían liquidado”. De paso, una medida de no innovar presentada por el Dr. González y el Sr. Olmos, no fue aprobada por el juez interviniente en ese momento en la causa. Posteriormente éste fue ascendido.  Daniel Marx, hombre del equipo de Cavallo, proveniente del equipo económico radical anterior, uno de los tres negociadores del Plan Brady, “no negó la existencia de los títulos gemelos de la deuda, declarando a la prensa que era como si dos personas quisieran cobrar el mismo cheque. Una vez firmado el plan por el gobierno (?) argentino, abandonó el país para incorporarse al estudio profesional de Brady en EEUU (Olmos. Ob.cit)”.

          De todos modos la causa siguió, y su último juez, el Dr. Jorge Ballestero, en su resolución final (Fojas 5917 a 6012 del Cuerpo 26), concluye, el 13/7/2000: “Ha quedado evidenciado en el trasuntar de la causa la manifiesta arbitrariedad con que se conducían los máximos responsables políticos y económicos de la Nación en aquellos períodos analizados (…) no se tuvo reparos en incumplir la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina; se facilitó y se promulgó la modificación de instrumentos legales a fin de prorrogar a favor de jueces extranjeros la jurisdicción de tribunales nacionales; inexistentes resultaban los registros contables de la DE… Es por estas razones que remitiré una copia de la presente resolución a l Honorable Congreso de la Nación para que (¿para qué?), a través de las comisiones respectivas, adopte las medidas que estime convenientes para la mejor solución de la DE de la Nación, que, reitero, ha resultado groseramente incrementada a partir de 1976 mediante la implementación de un a política vulgar y agraviante que puso de rodillas al país: debe recordarse que el país fue puesto desde 1976 bajo la voluntad de acreedores externos y en aquellas negociaciones participaron activamente funcionarios del FMI” . Fue recibida en la H. Cámara de Diputados el 14/7/2000, donde duerme desde entonces, tal vez esperando el beso de algún Príncipe, de los que no abundan en el mercado.
                       
Decía Tocqueville en 1835: “Lo que más me choca en los asuntos de este mundo no es la parte en que intervienen los grandes hombres, sino más bien la influencia que ejercen a menudo los ínfimos (le moindre) personajes de la historia”. Nada hasta ahora parece contradecirlo.
              

Luis Antonio Leyro
                 

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