sábado, 9 de mayo de 2009

Pasan los años y siguen igual


PASANDO LISTA

LAS MEZCOLANZAS DEL ARI

Una prueba de la desorientación y del aventurerismo que atraviesan la política argentina es, entre otras, la decisión de Carrió de poner en un puesto de privilegio en su lista de candidatos a diputados porteños al ex jefe de la Capital y ex funcionario de De la Rúa, Enrique Olivera.

Prescindiendo de la manía (y de la pereza intelectual) de nuestros analistas de colocar a éste o a aquél al centro, a la derecha o a la izquierda sin tomarse el trabajo de definirlos aunque sea por aproximación, admitamos que el que fuera alcalde de Buenos Aires es un hombre que difícilmente debería convivir con personajes tan siniestros como Marta Maffei, que va como senadora por el mismo partido por la provincia. Tal vez pequemos de ingenuidad al pretender aunque sea un mínimo de coherencia y de decencia al momento de producir acercamientos y alianzas, ya que entendemos que todo tiene un límite.


Y si nos pusiéramos en hermeneutas de la realidad podríamos advertir que la izquierda desde el ilegítimo poder que ejerce ha ido demasiado lejos y que la cansina sociedad argentina se está mostrando un tanto sorprendida y un tanto molesta y hasta defraudada por esta movilidad partidocrática que se inspira sólo por la repartija del botín.


Hace tiempo que el ARI, a pesar de la ferocidad discursiva de varios de sus integrantes, viene destiñendo su perfil progresista y contestatario y se sabe acomodar a las circunstancias de la polítiquería criolla. Lo cierto es que la incorporación a un partido que se vanagloriaba de su inclinación progresista de un hombre que llegó de la mano de un fracasado como el que fuera presidente de la Alianza, acredita la aceleración de la disolución radical. Y ya se sabe quiénes son los que están dispuestos a abandonar el barco que se hunde.


LOS INCORREGIBLES PERONISTAS

La disputa interna en el peronismo nos lleva a los que no participamos de ella sino como testigos involuntarios, a preguntarnos qué cosa es el peronismo y, por lo tanto, qué son y quiénes son los peronistas. Un interrogante que va más allá de una inquietud folclórica o de una preocupación sociológica.

Porque el hecho trágico es que, se presenten como se presentasen —divididos, mal pegados, con un programa de derecha o de izquierda, con planes estatistas o de libre mercado y cualquier etcétera posible— ganan. Tienen, por cierto, las ventajas de lo indefinible, que equivale a abrirse a todas las eventualidades y, consiguientemente, a todas las expectativas.


Todo aquel que no sea demasiado exigente ni intelectualmente serio, puede esperar algo, lo que sea, del peronismo triunfante. El único punto común que une sus retazos es un pragmatismo viscoso y relativista que le permite ser a la vez, por ejemplo, antiabortista y abortista, siempre con la misma adhesión indiferente del dirigente y del afiliado; a lo que hay que agregar un apetito nunca satisfecho como el del tiburón pero que, digámoslo en su ayuda, es compartido por todas las demás fracciones partidocráticas que pululan y pulularon y lo seguirán haciendo en nuestro territorio y a nuestra costa.


Por ahora lo que nos acucia es saber si el justicialismo partido que se presenta en la provincia de Buenos Aires, está aplicando una táctica para alzarse con las bancas en juego o está sufriendo en verdad una fractura. De ser así no apostamos a cómo continuará ni a cómo se resolverá, si es que alguna vez se soluciona (el peronismo tiene una capacidad enorme de engullirse sus propias contradicciones sin disolverse ni digerirlas definitivamente nunca) y menos aún creemos que esta confrontación —puesto que no va más allá de ese apetito constitutivo que mencionábamos— servirá para aclarar las posiciones ni las ideas. Lo que hemos de agradecerles a los dirigentes bonaerenses es que esta vez dejaron de lado su histrionismo funambulesco y se mostraron tal cual son: se pelean por los cargos y por los negocios.


Víctor Eduardo Ordóñez

Nota: Estos párrafos fueron escritos por nuestro querido amigo en julio de 2005. Si no fuera porque ya ha ido a formar la guardia sobre los luceros, podríamos asegurar que los acabó de hacer hace pocas horas.

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