sábado, 23 de mayo de 2009

Historia nacional de la infamia


EL MUERTO

Fue un hombre del mundillo picaresco de Chascomús. Que un triste puntero comiteril, sin más virtud que la infatuación de su garrulería fofa, se interne en los desiertos ecuestres de la política radical y llegue a capitán de una banda de salteadores que asoló la Argentina por un lustro, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden así quiero contarles el destino de Raúl Delfondín, de quien acaso no perdure un recuerdo en su laguna natal, y que murió en su ley de un trabucazo electoral en los confines de su aventura política.

Raúl Delfondín cuenta por mediados de siglo con unos treinta años, andariegos y desgastados en calaveradas ordinarias. Es un obeso achaparrado, como pasto ovillo, de andar o rondar arrastrado y mirada que fatiga el suelo en pesquisas incesantes por los senderos de las cucarachas que se bifurcan. Una improvisación feliz le ha revelado que es, por necesidad ontológica, radical, y que tiene el don, unánime entre sus semejantes, de hacer rodar párrafos circulares, redondeando el ripio cadencioso, sin una vacilación, sin una idea hasta la previsible conclusión rítmica, obvia y roma. A este arte, en otros vano, añade una ciencia certera e infusa para el mito y el timo, la trampa ladina y las agachadas relampagueantes, que perpetra con el cuerpo entero, por tener la cintura confundida con el mentón. Los trajines y el mercadeo cotidiano del comité local y las visitas a la Casa de la C.A.D.E. (Tucumán entre Montevideo y Rodríguez Peña — Capital Federal) lo han adiestrado en la actitud mimética del hombre bueno y de bien, de aspecto confiable, inofensivo casi, de una sola palabra y ésta siempre en torno a la práctica de una ética insobornable, técnicas todas aprendidas de estafadores idóneos.

Así dotado se presenta al Chino Balbiniparla, raro caudillo más afecto a la guitarra locuaz que al cuchillo convincente. Delfondín será uno de sus protegidos, aunque muy pronto, harto de oírle el rasgueo infinito de la guitarra calamitosa, trata de arrebatársela. Sólo alcanza a un intento, fallido por incompetente, pero el destino lo ayudará y podrá heredarlo.

A su muerte se hace de una de sus mujeres, Cacacracia, dama de estirpe irreparablemente plebeya, descendiente de una prostituta parisiense fecundada por un humanista helvético (otras dicen que onanista) en las bacanales que siguieron a la toma de La Bastilla. Cacacracia, que se había mantenido vagamente virtuosa hasta su pubertad, llegó al concubinato con Delfondín ajada, pero caudalosa, y hábil para retribuir los ardores postreros de este último ¡ay! compañero, con la pericia de indefinidas experiencias.

La historia aquí se abrevia. Juan Argentino, penúltimo amante de Cacacracia, traicionado por ella y por Delfondín, en un día aciago, aunque conjeturable, de fines de marzo, se ha aparecido empuñando el naranjero de la insinuante ordalía. Raúl Delfondín de pronto se siente solo y comprende antes de morir que a él también lo han engañado, que estaba condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando, el oropel y el oro, porque ya estaba muerto, porque era un muerto, el espectro de un monigote de propaganda articulado por la banda que creía capitanear.

Juan Argentino, casi con desdén, hizo fuego.

Ricardo Alberto Paz

4 comentarios:

Fernando José dijo...

Me permito hacer un pequeño agregado a esta brillante y humorística nota. La denominada Casa de la C.A.D.E., guarida mítica que albergó al Chino Balbiparla, primero, y a Delfondín, después, también era conocida como el "Monumento a la Coima".

Este templo de la demoniocracia fue un legado que hicieron a los repu ...blicos radicales los desinteresados accionistas de ese cúmulo de siglas y personas jurídicas que comenzaban como CHADE, que exhibía una rotundo ascetismo franciscano con una oficinita de 4 x 4 m en Madrid, y a medida que se desovillaba la maraña oculta se terminaban con las lujosas oficinas de ANSEC y el Grupo SOFINA en Luxemburgo. El informe del Cnel. Rodríguez Conde sobre el desinterés y espíritu de servicio de los benefactores eléctricos de los radicales es harto concluyente.

El antecesor de Balbiparla y Delfondín como morador del "Monumento a la Coima" fue el cacacrático senador Tamboricipayini, hombre muy querido y respetado en las embajadas de Gran Bretaña, EE.UU. y la Unión Soviética, a las que visitaba asiduamente (Delfondín su émulo solo concurría a la de EE.UU. porque por Malvinas habían cerrado la británica y la soviética en la guerra fría era inconveniente)

Recibió de ellas, Tamboricipayini, el apoyo desinteresado, tan desinteresado como el de la CADE, para salvar al país que se encontraba amenazado por el grupo que se había ganado el descalificativo mas horroroso de la historia argentina y de la humanidad: el catoniponazifascismofalangismo.

Así, entre los retratos de un dipsómano, un depravado sexual y el homicida serial mas grande del mundo a través de los siglos, que Tamboricipayini llevaba religiosamente .... perdón, masónicamente a todos sus actos, se fundó la Unión Demoniocrática, que tuvo la misma infausta suerte en estas bárbaras pampas que empresas similares encabezadas por Beresford y Whitelocke.

Infaustos destinos: Tamboricipayini fue un derrotado, Balbiparla fue condenado a ser un eterno candidato, mientras Delfondín terminó siendo un prófugo del poder.

Los tres fueron grandes ejecutantes de la guitarra. Balbiparla fue el mas vernáculo y se distinguió con la vihuela criolla. Tamboricipayini y Delfondín en cambio fueron eximios ejecutantes de guitarra eléctica.

CabildoAbierto dijo...

Como siempre, muchísimas gracias por su aporte, que tanto disfrutamos, querido amigo Don Fernando José.

Anónimo dijo...

La pluma valiente y distinguida de Ricardo¨Paz siempre será recordada.
Fui un modesto conservador que estuvo muchas veces al lado de ése Gran Conservador y luchador que fue Ricardo Alberto Paz !!!!!!!!!!!!!!!!!!

Diego dijo...

No conocía a Paz, pero sí conocía el cuento porque, palabras más palabras menos, es idéntico al cuento homónimo de Borges.